Intentos y fracasos

A. me dice que no puede prometerme que hará lo que le pido, pero que lo intentará. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Qué significa “intentar” algo, frente a “hacer” eso? En la filosofía de la acción, hay autores que sostienen que todas las acciones involucran un intento; que las acciones son “intentos exitosos”. Esto ha sido criticado en diversos niveles por quienes afirman que los intentos y las acciones son cosas distintas; que si decimos que alguien “intentó” hacer algo es porque falló. Creo que este, como tantos otros, es un problema solo en apariencia; en rigor, se trata de una disputa de palabras, de maneras de hablar. Pero no advertirlo ha dado lugar a discusiones extensas, que bien podrían aumentar.

El primer bando, el de quienes sostienen que cada vez que actuamos estamos intentando algo, podría explicarse con el ejemplo que sigue. B. dispara contra C., con intención de matarlo. Si falla, se diría que intentó matarlo: su “intento” consistiría en que disparó con la intención de matar a C. Pero si la bala impacta en C. y lo mata, B. igualmente disparó con la intención de matar a C. Por eso, dicen, también en este caso habría intentado matarlo.

Esta idea parece, a primera vista, muy razonable. Pero con pensarlo un momento se ve que adherir a ella puede aparejar dificultades. Se ha dicho en su contra que tal forma de referirse a los intentos y a las acciones se aparta de los usos ordinarios de esas nociones. Se afirma que cuando expresamos que alguien trató de hacer algo, habitualmente es en tres clases de contextos: (a) cuando la acción falla; (b) cuando percibimos un obstáculo que hace incierto el éxito de quien actúa y (c) cuando quien actúa hace un esfuerzo especial ante una dificultad que reconoce como suficiente para poner en duda la concreción de su acto. Así, (a) si cuando B. se dispone a disparar contra C. el gatillo de su arma se atasca, diremos que intentó apretar el gatillo; si no se traba, simplemente afirmaremos que lo apretó; (b) si dudamos que un estudiante de matemática sea capaz de resolver un problema sencillo, diremos que está tratando de solucionarlo; de un matemático competente en la misma situación diremos que lo está resolviendo; (c) Un sujeto intenta levantar una carga pesada, entender un argumento complejo o resistir una tentación.

También existen críticas más fuertes. Por ejemplo, se ha sostenido que no se trata solo de que no es común hablar de intentos fuera de los contextos indicados, sino que sería inapropiado hacerlo. En un conocido ejemplo del filósofo norteamericano John Searle, cuando el Presidente comienza su discurso, un asistente le susurra a su amigo: “El Presidente está sobrio”. Si el Presidente está sobrio, la afirmación es verdadera. También podría ser apropiada, si es que hay alguna razón para llamar la atención del amigo respecto de ese hecho; por ejemplo, si el Presidente es un borracho consuetudinario. Si una razón de ese tipo no existiera, aunque verdadera, la afirmación sería inapropiada: el interlocutor seguramente supondría que la razón existe, y eso podría desconcertarlo. Con respecto a “intentar”, se alega que “B. intentó disparar” es una afirmación más débil que “B. disparó”; la primera frase aparenta referirse a una parte de lo que se quiere significar con la segunda. Y aunque las dos aserciones no son inconsistentes, podría ser inapropiado decir “B. intentó disparar” si sabemos que disparó sin esfuerzo o dificultad; eso podría mover al oyente a suponer que B. bien podría haber fracasado. Sería como decir “podría estar lloviendo” cuando estoy viendo que llueve; la afirmación es verdadera (si está lloviendo, podría estar lloviendo), pero inapropiada y susceptible de causar confusión.

Ahora bien, como anticipé, creo que la discusión entre estas dos facciones no es más que terminológica. Se podría argumentar a favor de un uso más amplio de intento (que habilitara a hablar de “intentos exitosos” en lugar de “acciones”), del mismo modo que en su contra (vedando la opción anterior, y pugnando por una acepción amplia de “acción”, que permitiera referirse a “acciones fracasadas” en lugar de a “intentos”); dar razones para fundamentar que es más o menos adecuado hablar de una o de la otra manera. Pero no creo que discurrir al respecto arroje resultados relevantes. Lo que sí importa, y mucho, es tener claro que cuando alguien, como A., me dice que no puede prometerme que hará lo que le pido, pero que lo intentará, podría estar diciéndome dos cosas bien distintas, una bastante más agradable que la otra.

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